top of page
Buscar

Tomando mi lugar como hijo/a en su casa.

  • cu1turacdf
  • 1 sept 2020
  • 4 Min. de lectura

Cuando estudiaba y trabajaba, terminaba mis actividades diarias a las diez de la noche y no había mejor sensación que llegar a casa: Deshacerme de la maleta pesada, andar descalza y comer sin apuros. Eso sucedía porque sabía que era parte de la familia, que podía tener la libertad de ser yo misma y de pedir cualquier favor.


¿No has pensado que así debería ser con Dios? En estos días he notado que aunque había estado siguiendo a Jesús, sirviendo y buscando ser mejor, había olvidado mi identidad de hija por el dolor que estaba viviendo. Me conformaba a vivir según lo que podía hacer, viéndome a mí misma con mis ojos y no con los de Dios. No estaba consciente de que el Rey de Reyes, es mi Padre y me ama.



Esto me recuerda a la parábola del Hijo Pródigo (Lucas 15:11-31). La historia más contada cuando se trata de atraer nuevas almas a Dios, pero la olvidamos después porque damos por hecho que ya estamos en su casa. Puedes pensar que el hijo se fue por los placeres del mundo y que eso no te pasaría nunca, cuando realmente empezó a ver al mundo entero más valioso que la compañía de su padre, por lo que ya no tuvo ganas de seguir en casa y vivir conforme a su voluntad. Tal vez, todo comenzó el día que creyó que ya lo conocía, que podría vivir sin Él o que su misericordia no es más fuerte que sus errores.



“El joven le dijo: “Papá, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco que se me llame tu hijo”. Pero el padre ordenó a sus siervos: “¡Pronto! Traigan la mejor ropa para vestirlo. Pónganle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero más gordo y mátenlo para celebrar un banquete. Porque este hijo mío estaba muerto, pero ahora ha vuelto a la vida; se había perdido, pero ya lo hemos encontrado”. Así que empezaron a hacer fiesta.” Lucas 15: 21-24



Si lo ponemos en el contexto actual, tal vez el Hijo Pródigo no se había ido antes de casa solo porque no imaginaba una vida sin ir a la Iglesia o sin hacer grupo de fe. Es allí cuando una idea del mundo se vuelve más atractiva o cuando cualquier cambio de planes como la pandemia puede hacer tambalear. La voz de Dios comienza a confundirse con la tuya y empiezas a creer mentiras como que tienes que cumplir ciertos estándares para ser aprobado, que ya llegó tu tiempo de dejar el liderazgo, que una Iglesia cerrada significa que Dios también se cerró o que deberías tachar sueños pero

Jesús ya murió por tu vida y la de todos, por tiempos como este y por tus inseguridades y luchas.

Lo que ha vivido el mundo en estos meses no ha sido idea de Dios, pero tu vida sí. Naciste para vivir en un tiempo como este porque tu Padre sabía que serías capaz de soportarlo y de brillar a través de Su luz. Es que cuando aceptas a Jesús como tu salvador, te vuelves hijo de Dios y ningún otro lugar te dejará tan satisfecho como estar en su presencia, recibir su amor inmerecido y ser transformado. Pase lo que pase, Él se encargará de hacerte mejor, cuidarte y proveerte, no solo para ti mismo, sino también para darle a los demás. Ya lo has visto antes, entonces ¿por qué no lo haría ahora?



“Pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza.” Hebreos 3:6



Comienza a orar como el hijo del Rey, reconociendo cuánto puede hacer tu Padre por tu vida y la de otros. Da el mejor grupo online aunque veas cámaras apagadas, porque tienes a un Dios que puede activar corazones. Siéntete parte de la Iglesia y anda a gozar de la presencia del espíritu, que sobrepasa al edificio y a las barreras de la mascarilla y de las pantallas. Siéntete libre de estar expuesto ante Él, sin ningún filtro de Instagram ni del corazón, porque eres suficiente tal cómo estás hoy. Lo último, pero no menos importante: Llénate con su pan de vida, que es su palabra y no con el ir y venir de tus emociones y pensamientos, ni las señales que puedes armar en tu cabeza.


Recuerda que todas las profecías, confirmaciones y promesas que necesitas están en la Biblia, no necesitas más.

En el mismo momento que tu mente quiera recordarte lo que no eres, recuerda que como hijo o hija de Dios eres: Perdonado (1 Juan 2:1), nueva vida (2 Corintios 5:17), uno con Cristo (Gálatas 3:26-27), heredero (Romanos 8:17), la imagen de Cristo (Efesios 2:10), libre (Gálatas 5:1), embajador de Cristo (2 Corintios 5:20), ciudadano del cielo (Filipenses 3:20) y resucitado (Efesios 2:4-5). ¡Anota estos pasajes y guarda estas palabras en tu corazón!


Con cariño,

Gabriela Chavarría

 
 
 

Comments


Únete a nuestra lista de correos 

¡Gracias por tu mensaje!

© 2020 Cu1tura. 

bottom of page